Publicada "Habitantes de la tierra de los dólmenes"

De la Mesa Ciudadana en Defensa del Paisaje Protegido y Yacimiento de Valencina-Guzmán

02/10/2013 La Universidad Autónoma de Barcelona ha publicado la ponencia de la Mesa Ciudadana en Defensa del Paisaje Protegido y Yacimiento de Valencina-Guzmán, presentada por José Ignacio Artillo en el Seminario de Patrimonio Histórico y Sociedad Civil, titulada "Habitantes de tierra de dólmenes: del espacio emocional a la construcción del espacio público" (archivo pdf, 0.25 Mb).

Ha sido publicado en el volumen 18 (2012) de la Revista Digital de la UAB Treballs d'Arqueologia, titulado " Creant xarxes del passat al futur: patrimoni històric i societat civil ".

Resumen de la ponencia

Contaba el premio Nobel irlandés Seamus Heaney que de pequeño le gustaba ver a los mayores recoger con un cubo el agua de un pozo que había en mitad de los campos. Observaba siempre con tensión y misterio la canción repetida de la vieja polea que iba girando con lentitud, y la cuerda que descendía hacia lo oscuro, para después subir, hasta que aparecía el cubo bailando suavemente, suspendido en el aire, y derramando gotas de agua a su alrededor. Ese pozo estaba en una loma que descendía suavemente hasta el pueblo, y en la que se alzaban dólmenes y piedras milenarias, restos arqueológicos que eran solo una mínima parte de lo que ocultaba el prado verde; por lo que siempre pensaba que ese agua que después beberían, venía fresca ofrecida por los antepasados de los antepasados, bálsamo para el alma y la memoria que cruzaba desde el origen de los tiempos.

Pasados los años aprendió y oyó por primera vez en la universidad la palabra griega omphalos, que significa ombligo, y su sonoridad, deletreada de forma lenta y espaciada, una y otra vez, le devolvió al sonido de la polea girando, y el cubo ascendiendo desde las entrañas de la roca y el ser de su pueblo.

Om-pha-los, om-pha-los, om-pha-los... Ombligo, el agua que nos conecta a través de su curso a la vez oscuro y luminoso, con nuestra existencia colectiva. Los habitantes de tierra de dólmenes vivimos vinculados íntimamente al curso de la memoria que transcurre bajo tierra, a la luz revelada de la materia original; la piedra, los metales, el coral, agua que mana de lo profundo para nutrirnos y colmar de sentido y emoción nuestro presente.

Ahí tenemos el asombro, la emoción. Y la emoción activa nuestra capacidad para encontrarnos y organizar la tarea común de protección y defensa de algo tan valioso como nuestros sueños. Esa ha sido nuestra experiencia en el territorio de Valencina-Guzmán. Tal como recoge Daniel Innenarity, los ciudadanos de cualquier territorio vivimos en el mundo de hoy la contradicción entre la convocatoria universal a participar en el espacio público y la fragmentación de los intereses y discursos, la coexistencia en todos los niveles de la vida cotidiana de procesos que nos vinculan y hacen interdependientes, junto con el enquistamiento de diferencias que parecen insuperables. Las personas que han trabajado en esta Mesa Ciudadana hemos entendido el espacio público como el ámbito de la interacción para la organización de nuestra experiencia colectiva. En este caso el espacio público tiene su origen en la vivencia y el relato emocional: es donde los miembros de una sociedad pasan de consumir a producir una realidad común, como ciudadanos plenos, más allá de su condición de consumidores, electores, creyentes, expertos.

Como en un caleidoscopio, el espacio público es donde se prueban dibujos, sistemas de relaciones a la vez efímeras y plenas, con las que se ensaya una integración, un reconocimiento en términos de compatibilidad que nos permite reconocer y defender lo que es nuestro, y generar propuestas que mejoran la vida cotidiana y ensanchan las posibilidades de nuestro entorno material y emocional.