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 La 
                verdad sobre Melonares.Leandro del Moral
 Al calor del nuevo 
                enfrentamiento entre el Ayuntamiento de Sevilla y la Junta de 
                Andalucía, el embalse de Melonares reaparece en los medios, 
                junto con otros grandes problemas del modelo de desarrollo territorial 
                del área metropolitana de Sevilla: el túnel del 
                AVE, la Torre Cajasol, el dragado del estuario, la SE-40... Su 
                reaparición se inscribe en un contexto que ha caracterizado 
                este proyecto desde hace casi 20 años: su instrumentalización 
                en la lucha de desgaste entre los grupos políticos que 
                se han sucedido en el gobierno del Ayuntamiento (con la excepción, 
                hay que reconocerlo, de IU). Y entre tanto, se sigue sin explicar 
                a la sociedad lo que todos los técnicos solventes saben: 
                el embalse de Melonares no es necesario (existen alternativas 
                mejores) para garantizar el abastecimiento del área metropolitana 
                de Sevilla, ni hoy ni en el horizonte cronológico con el 
                que trabaja la planificación hidrológica.  Pero, ¿no 
                sufrió el área metropolitana de Sevilla, como gran 
                parte de Andalucía, restricciones de hasta 12 horas desde 
                finales de 1992 hasta finales de 1995? ¿No se ha repetido 
                hasta la saciedad, al calor de aquella experiencia traumática, 
                que Melonares es una "cuestión de supervivencia" 
                para Sevilla? ¿No ha existido una posición unánime 
                en las instituciones a favor de esta obra? El desconcierto de 
                la ciudadanía resulta totalmente comprensible y, por eso 
                mismo, es grave la responsabilidad de los políticos que 
                utilizan esa confusión para hacer méritos o para 
                desgastar al contrincante ante la opinión pública. 
                 Veamos algunos 
                datos clave. La obra del embalse de Melonares, que aportará 
                40 Hm3/año (regulación anual) se aprobó bajo 
                el supuesto de que en el año 2012 Sevilla tendría 
                una demanda de 190 Hm3/año. En 1991 la demanda del área 
                metropolitana alcanzó la cifra de 172 Hm3, por lo que esa 
                estimación (en la que, con una horquilla de 180-210 Hm3/año, 
                coincidían todas las administraciones) era comprensible, 
                teniendo en cuenta las habituales técnicas de proyección 
                (trasladar al futuro las tendencias del pasado) con las que opera 
                la "planificación del desarrollo". Sin embargo, 
                la realidad, muy positiva en términos económicos 
                y ambientales, es que la demanda hoy, con 100.000 habitantes abastecidos 
                más, es de 115 Hm3, 33% menor que aquella de 1991 y 40% 
                menor de la que justificaba la necesidad del embalse de Melonares. 
                Y esto, pese al modelo de expansión urbanística 
                (ciudad extensa, con alto porcentaje de viviendas unifamiliares) 
                que ha caracterizado el crecimiento metropolitano estos últimos 
                lustros.  ¿Cómo 
                ha sido posible esto? Por el buen trabajo de todas las administraciones 
                y empresas (inversión en redes, mejora de la gestión, 
                perfeccionamiento del sistema tarifario para penalizar altos consumo, 
                mejora de las instalaciones domésticas, etcétera) 
                y por la conciencia y el buen comportamiento ciudadano. Todo ello 
                sin ninguna merma de la calidad de vida. Quizás sea ésta 
                una de las pocas buenas noticias reales que se pueden dar en relación 
                al manido tema del desarrollo sostenible: hemos aprendido colectivamente 
                a vivir más personas, sin pérdida de calidad de 
                vida, con menor cantidad de agua. Y en lugar de alegrarse de ello 
                y de "ponerse medallas" (en este caso justificadamente) 
                por el buen trabajo realizado, se vuelve, por intereses partidistas, 
                al viejo discurso de más presiones, más recursos, 
                eso sí, a costa del presupuesto público.  Algunos otros datos 
                clave. Desde aquella sequía de 1992-1995, el sistema de 
                abastecimiento de Sevilla dispone de un embalse que entonces no 
                estuvo operativo (Zufre, 60 Hm3/año), una aportación 
                garantizada de 20 Hm3/año desde el nuevo embalse de Huesna 
                y un marco legal muy mejorado de reasignación de recursos 
                (cesión con compensación) desde el embalse del Pintado 
                (regadíos del Viar), gracias a la reforma de la Ley de 
                Aguas que hizo el gobierno del PP en 1999 y que se ha mantenido 
                y desarrollado por posteriores gobiernos hasta la actualidad. 
                Estos son los factores que explican que desde 1995 el área 
                metropolitana haya atravesado por graves situaciones de sequía 
                sin tener que recurrir ni a restricciones (que por la mejora de 
                la gestión han desaparecido del escenario en toda Andalucía), 
                ni siquiera a la utilización de esos recursos externos 
                (Huesna, Pintado) ya disponibles y de coste incomparablemente 
                menor de lo que, en situaciones extremas, supondría el 
                agua de Melonares.  Pero entonces, 
                ¿es que todo el mundo se ha vuelto loco? No exactamente. 
                La historia, bien documentada, es larga y no cabe en estas líneas 
                (introdúzcase en un buscador "paradigma hidráulico 
                tradicional", "alternativas a Melonares"; búsquese 
                en hemeroteca los numerosos editoriales y artículos de 
                opinión publicados en este mismo diario). Pero reténgase 
                este dato: Melonares se paga en un alto porcentaje con Fondos 
                de Cohesión de la Unión Europea, fondos que tendrían 
                que haber sido destinados a proyectos ambientales (depuradoras, 
                por ejemplo) o de transporte (tranvía, por ejemplo) y se 
                han aplicado para la construcción de un embalse que fragmenta 
                y anega un auténtico corredor fluvial-ecológico, 
                el curso medio del río Viar, afectando al Parque Natural 
                de Sierra Norte. La aplicación de en torno a 100 millones 
                de euros a este proyecto ha beneficiado a un amplio número 
                de intereses tradicionales (direcciones técnicas, ingenierías, 
                empresas constructoras…) y nuevos intereses (en este caso, 
                las "medidas ambientales compensatorias", con nuevos 
                perfiles profesionales como protagonistas, han absorbido cantidades 
                muy importantes). Este no es el único factor, pero no es 
                despreciable.  El equipo técnico 
                de la Comisión Europea se resistió todo lo que pudo 
                a la concesión de estos fondos para Melonares: sabía 
                que había alternativas más racionales y necesidades 
                de inversión más urgentes en la región. Pero 
                finalmente cedió a las presiones, imponiendo, eso sí, 
                algunas condiciones: la primera, que se mejora la eficiencia del 
                sistema de abastecimiento de Sevilla (se ha hecho); la segunda, 
                que el agua del embalse no se utilice para otro uso que el abastecimiento 
                humano (los ojos de la federación de regantes están 
                puestos en ella desde el primer momento); y la tercera, que las 
                conducciones (varias decenas de millones de euros, pese a no cumplirse 
                fielmente las condiciones de la Comisión Europea) las paguen 
                los beneficiarios.  De todo esto, en 
                mi opinión, nuestros políticos de uno y otro signo 
                deberían estar dando cuenta con claridad y transparencia, 
                en lugar de enzarzarse en disputas de competencias y poder que 
                confunden a la opinión pública. ¿Y de Melonares, 
                qué? Lo primero, decir la verdad (más compleja, 
                sin duda, de lo que cabe explicar en este breve texto). No tanto 
                para buscar culpables (aunque no estaría mal que alguien 
                pidiera disculpas), sino para reflexionar sobre los factores explicativos 
                que han conducido a esta situación. Y para que las conclusiones 
                se apliquen a los otros proyectos todavía en ejecución 
                o sin iniciar que se mencionan al comienzo de este artículo.           |  
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