AZUD

Hace muuuuuuuuuuuuuuuucho tiempo, antes de que la anterior raza de homínidos acabara con las otras especies animales, los grandes árboles y hasta los árboles pequeños, y sustituyera las plantas comestibles por inanes transgénicos.

Antes que la contaminación atmosférica volviera locos a los habitantes, la población de las grandes ciudades, que aniquilaron sus propias urbes. Antes que la basura, los desechos industriales y el exceso incontrolado de toda clase de residuos dejaran estériles ríos, fuentes y lagos. Antes de que se esquilmaran los mares y se derritieran los dos polos de este nuestro planeta.

En definitiva, antes de que resurgiera de las cenizas de aquella barbarie nuestra actual civilización, existió un lugar del que os quiero contar su historia.

Durante miles de años habían morado en aquella plataforma fértil especies primitivas que vestían pieles, pastores que apacentaban rebaños de toros y bueyes, artesanos que trabajaban la tierra, los metales y hasta el oro, inventores de una organizada y sabia manera de vivir.

Pero la historia de la que os hablo es la de Fátima y su familia, un grupo de inmigrantes que, venidos desde lejanos desiertos, se acercaron a la cornisa de aquella plataforma y quedaron entusiasmados: era como una azotea sobre el Gran Río , que, a diferencia de las márgenes de éste, no estaba tan poblado. Al venir de las arideces, apreciaban el agua como el mayor bien, y aquella comarca, surcada por una red de pequeños ríos y arroyos, era todo lo que deseaban.

Aquella tierra podía dar alimento a más habitantes de los que ya estaban allí, y ellos decidieron establecerse y aprovechar toda el agua para hacer más productivas aquellas tierras. Se constituyeron en poblado, al que pusieron por nombre maharana , hato de pastores. En un río cercano hicieron una presa, a la que llamaron azud , para poder almacenar el preciado tesoro antes de distribuirlo por los campos a través de las acequias .

Sacaban el agua de los pozos con norias y la repartían a través de zanjas . Con estos nuevos sistemas de regadío  consiguieron buenos productos, como berenjenas, zanahorias, alcachofas, alubias (aunque a veces los jabalíes destrozaban los huertos), y sobre todo mucho arroz en las marismas cercanas . Pero su especialidad fueron las aceitunas, que eran prensadas en almazaras , para sacar el preciadísimo aceite , después de pagar la maquila al molinero .

Fátima y su gente fueron creciendo y multiplicándose, y los mejores entre ellos trajeron de lejanas tierras los saberes y los libros de los antiguos estudiosos de todo el mundo, y enseñaron a los demás habitantes de aquel país el álgebra , pues estaban acostumbrados a operar con cifras , y conocían el número cero . También practicaron la alquimia , en busca de la piedra filosofal; y trabajaron el alcohol , que destilaban en alambiques .

Su organización militar y administrativa fue superior: alcaldes y alguaciles velaban por el buen funcionamiento del municipio; se preocuparon por el alcantarillado , y las campanas tocaban a rebato cuando se producía una algarabía; los alféreces y adalides dirigían a los jinetes , que destrozaban todo con sus alfanjes, pues la vida de aquellas lejanísimas “civilizaciones” era un continuo guerrear de unos grupos contra otros, en una incesante rapiña por arrebatarse unos a otros por la fuerza lo que no eran capaces de crear colaborando .


 En los períodos de paz, las mujeres se dedicaron a fabricar alfombras, albornoces y almohadas; s e adornaban con alhajas , abalorios y ajorcas , pues eran muy zalameras . Las casas tuvieron bellos zaguanes , adornados con azulejos . En las alcobas, los albañiles hacían buenos tabiques y las camas lucían esplendidas almohadas; y e n la cocina tenían alacenas donde guardar tazas y jarras.

En fin, esta es la historia de un pueblo que empezó a existir al este del Guadalquivir , en un territorio al que llamaron Aljarafe , porque hicieron de él un jardín elevado, gracias al agua que ya había y al ingenio de ellos mismos, concretado en el AZUD, la presa que no corta el fluir de la vida sino que la distribuye para hacer la Tierra más habitable; con la que no se hicieron dueños del agua unos pocos sino que la pusieron al servicio de todos; que no la contaminaron ni la convirtieron en mercancía, sino que la dejaron fluir para que, a pesar de las grandes devastaciones que terminaron con la humanidad, llegara hasta nuestros tiempos.

Manolo Bordallo

Febrerero 2008