LEYENDAS DEL URBANISMO SALVAJE EN EL ALJARAFE

José Ignacio Artillo

XI

La pareja que se quedó a vivir en un atasco

Una mañana de lluvia una pareja se subió al coche para ir a trabajar, como un día cualquiera. La fila de vehículos era interminable, y aprovechaban el tiempo para discutir, de forma distraída, si poner escayola en el salón de la casa. Ella se quedó un momento en silencio, en un estado hipnótico, como llevada por el movimiento del parabrisas, e inició una conversación aparentemente absurda, que quiso que durara para siempre: “Los coches con matrícula que suman 8, abundan.” Al rato él comentó que suelen conducirlo hombres. Y mujeres los que suman 6. El pensamiento funciona como un imán que nos agarra a las cosas. De por vida. Sintieron una extraña calma. La fila de coches no se movía. Se oía el tic tac del reloj y las gotas de lluvia sobre la carrocería. Una agradable penumbra los envuelve. Quedémonos aquí hasta que pasen las lluvias, dice ella con una mezcla de miedo y ternura. Y siguen mirando a través de la luna delantera la vida de los otros en aquel gigantesco atasco. El hace cálculos del tiempo que se dedican cada día a vivir en el atasco, y comprueba que es mejor no querer salir. Desde entonces no abandonan el atasco, y van y vienen con suavidad por él. A veces él se repasa el afeitado en el espejo, mientras ella cambia de marcha. Son señales de que todo va bien. Como reconocer de un día para otro a los vecinos de coches y saludarlos sonrientes. Nunca han vivido una intimidad así, tan liviana. Cuando están cansados, salen fuera y estiran las piernas; y si hace viento vuelan los plásticos delante de los coches, como palomas. Pero vuelven pronto. En el atasco no hay insectos, y se acarician con naturalidad. También han encontrado efectos beneficiosos inesperados: cuando pasan por el kilómetro 4 de la A-8077, al tomar una curva a la izquierda, a ella, la vértebra L-5 le encaja y se le mejoran las molestias que arrastra desde hace años. Ese alivio le llena de gratitud. Los Domingos son el único día con algo de inestabilidad: sienten una cosa en un momento y otra al siguiente. A primera hora todo está vacío, y se oyen los pájaros, y eso da miedo. Pero pronto empiezan a aparecer los coches, y al atardecer les gusta ver los rostros de la gente extasiada, bajando lentamente a la ciudad, oyendo los resultados del fútbol. Cuando llega la mañana del Lunes, el pecho se les llena de una rebosante tranquilidad, y de la certeza de que el mundo está bien hecho. Alguna vez pensaron en mudarse de atasco; pero pronto desistían: aquellas carreteras del Aljarafe Norte, cada vez con más viviendas y más gente, eran una garantía de estabilidad: y , quien sabe, en otro sitio, la vida, en cualquier momento, puede volverles a flaquear...


Aljarafe, marzo 2007

XI La pareja que se quedó a vivir en un atasco (formato pdf, para descargar)

© El relato es del autor José Ignacio Artillo.