LEYENDAS DEL URBANISMO SALVAJE EN EL ALJARAFE

José Ignacio Artillo

XIII

La hipoteca salvaje del joven Matías Salazar

El joven Matías Salazar había tenido mala suerte. Hace años, la campaña publicitaria de los partidos se había basado en construir y hacer promociones inmobiliarias, para que hubiera viviendas para los jóvenes. Pero él pertenecía a la tercera generación de esos jóvenes. Para ellos no había vivienda y las promociones inmobiliarias habían encarecido sobre manera el suelo y el precio de la vivienda. Ahora tener casa era casi imposible. Endeudándose de por vida con una hipoteca, pudo comprar una vivienda en una promoción de su pueblo y se fue a vivir allí.

El joven trabajaba mucho. Cada día hay más competencia. A pesar de ello se sentía feliz. Un día, al volver del trabajo, la sangre se le heló al mirar desde la cancela de su casa: había un tigre reluciente en el jardín . Merodeaba y daba vueltas, como lo haría un gato. Se asustó mucho, porque aprecia lo cotidiano, y tiene miedo de las sorpresas. Miró a un lado y otro de la calle. Es una calle estrecha con naranjos, y adosados, con un pequeño patio; pero como casi siempre todo estaba vacío e inmóvil.. Ni las moscas se mueven. Parecía un poblado fantasma. Fue al pueblo, con su maleta plateada a cuestas y lo contó. Tengo un tigre en el jardín. Pero nadie le creyó. Regresó, y al verlo de nuevo, pensó “porqué me tiene que suceder precisamente a mi”. Decidió callárselo, y en un momento de distracción del animal, cruzó el jardín y entró corriendo a la casa. El tigre no hizo nada por seguirlo, lo miró con curiosidad y algo de benevolencia. Desde la ventana, le arrojó la comida que llevaba y la fiera se entretuvo en devorarla al sol, ignorándole.

Cuando llegó la mañana, se asomó por la ventana esperando que todo hubiera sido un sueño, pero el tigre seguía ahí. A partir de entonces, el uno se acostumbró al otro, y se aceptaban sin interferirse. Algo exótico puede llegar a ser propio, como de la familia. Nos sucede con los jarrones de Taiwán, y con los tigres. Todos los días le traía comida. Pollo frito, carne del almuerzo. Incluso pastel de manzana. Un festín. El tigre, hambriento y agradecido, rondaba la casa a cualquier hora, y se asomaba a las ventanas de las habitaciones, apretando su hocico y sus grandes bigotes contra los cristales; y se restregaba contra la puerta para recordarle que estaba ahí. Él entonces tenía que arrojarle comida, que era la única forma de calmarlo.

Con el tiempo se enteró que a cada vecino su hipoteca se le había convertido en un animal salvaje, una exótica fauna que devoraba todo cuanto le echaban. Así, al pasear por aquel barrio de adosados, pueden verse en los jardines, leones tendidos a la sombra de sauces llorones o jabalíes que dormitan bajo cerezos en flor. Como él, todos los vecinos habían conseguido aquella casa con una hipoteca de 30 años. Pero él, como los otros, cada mañana, al cerrar la puerta, siempre se dice que el año que viene, por estas fechas, todo será diferente .

Aljarafe, marzo 2007

XIII La hipoteca salvaje del joven Matías Salazar (formato pdf, para descargar)

© El relato es del autor José Ignacio Artillo.